RECUPERAR LA MEMORIA HISTÓRICA DE SAN TELMO. Con estas palabras explica el arquitecto Guillermo Vázquez Consuegra la esencia del proyecto de rehabilitación de este edificio barroco. Han hecho falta cinco años de trabajo y más de 46 millones de euros de inversión para sacar adelante una compleja intervención integral sobre 22 mil metros cuadrados de superficie construida y 18 mil de jardines. Algunos arquitectos e historiadores llamaban a San Telmo la “máscara barroca”. Sus orígenes se remontan a 1682, cuando comenzó a construirse sobre terrenos propiedad del Tribunal de la Inquisición para albergar la llamada Universidad de Mareantes. 150 años después, cuando en 1849 se convirtió en el palacio de los Duques de Montpensier, el edificio estaba inconcluso. Entonces se eliminaron las construcciones aledañas y el arquitecto Balbino Marrón labra tres de las cuatro fachadas que hoy conocemos, ya que hasta entonces sólo contaba con la principal, obra de la Familia Figueroa. Ya en el siglo XX, San Telmo pasó a manos del Arzobispado para convertirse en Seminario, función que cumplió hasta 1989. Ese año, el Arzobispado y la administración firman un convenio finalista para que el palacio se convierta en sede de la Presidencia de la Junta de Andalucía. Más de tres siglos de historia salpicados por sucesivas intervenciones que desnaturalizaron el interior de este edificio de planta rectangular y que lo convirtieron en una suerte de palimpsesto arquitectónico. La más lesiva y desafortunada de esas intervenciones, según el arquitecto encargado de su recuperación, fue la llevada acabo en el siglo XX, con su transformación de palacio ducal a seminario, que supuso el vaciado del tejido barroco primitivo y su sustitución por una colmena de celdas. De hecho, la rehabilitación ha supuesto la demolición de toda esa última intervención para dar paso a una nueva arquitectura. Se ha respetado la crujía principal, el patio principal y la capilla (obra de Leonardo de Figueroa) y, por supuesto, los muros perimetrales. Lo demás es nuevo. Y a pesar de esta “traumática” intervención, el resultado parece lograr lo que el arquitecto perseguía: recuperar San Telmo sin caer en la reconstrucción historicista ni en el contraste con la modernidad. Conseguir, en definitiva, que lo nuevo y lo viejo casen con armonía. Pero la rehabilitación de San Telmo también debía afrontar otro reto: hacer compatible su carácter patrimonial y su condición prevista de monumento visitable, con el uso institucional y administrativo para el que está destinado, ya que a partir de septiembre se trasladarán al edificio la Presidencia de la Junta y será para 300 funcionarios su espacio diario de trabajo. De hecho, el protagonista del debate durante los cinco años de desarrollo del proyecto no ha sido el propio edificio, sino el uso para el que estaba destinado. Un debate de carácter político entre quienes consideran que el patrimonio debe estar al servicio de los ciudadanos y de la cultura y no de las instituciones y quienes argumentan que es, precisamente, la presencia de las instituciones la que asegura la supervivencia y conservación de un patrimonio que, de lo contrario, estaría abocado a la ruina. Más allá de la polémica, parece que San Telmo será dos cosas: oficina y monumento. Está previsto que el 75% del conjunto esté abierto al público a diario mediante un sistema amplio de visitas guiadas. A partir de entonces, Sevilla habrá recuperado el último gran monumento de la ciudad que aún permanecía oculto.
Lourdes G.H._ 11/05/10
Lourdes G.H._ 11/05/10
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